PRG
Hechos 16:23-34
Todos sabemos alabar a Dios y orar por un milagro, pero hay gente que cuando ora hace temblar la tierra. Para saber qué hace una oración más poderosa que otra debemos ver el contexto de Pablo y Silas mientras exaltaban al Señor en esa cárcel, atados de los pies y privados de su libertad. La respuestas es que la oración más poderosa sale de lo más profundo de nuestro corazón en los momentos de aflicción.
El negocio del enemigo es declarar que solo adoras a Dios en el momento en que te bendice y que todo está bien, pero cuando haces completamente lo contrario y alabas al Padre celestial desde tu dolor, la gloria de Dios se manifiesta agregando poder a tu oración. Poder capaz de hacer temblar el lugar donde estás y las paredes del infierno.
Antes de entrar al horno de fuego Sadrac, Mesac y Abednego declararon que servirían a Dios, fueran salvos o no de las llamas; y estas palabras fueron suficientemente poderosas para hacer que el mismo ángel de Jehová bajara desde lo alto a estar en medio de ellos, mientras provocaban uno de los milagros más poderosos que narra las sagradas escrituras y aún hoy día impacta nuestra fe.
Mantengámonos firmes en nuestros momentos de dolor, con los ojos puestos en Jesús, sabiendo que de ahí saldrá nuestro gozo. La alegría surge de las lágrimas, la alabanza de las heridas, pues nuestros momentos más difíciles son el preámbulo de los momentos más gloriosos.
El clamor más sublime no se origina en los santuarios de nuestras iglesias, sino en nuestras fosas de leones y en nuestros hornos de fuego.