Lucas 7:37-50
La mujer que lavó los pies a Jesús y los secó con sus cabellos dejó una enseñanza que se contará por generaciones. Servir con honra a nuestro Padre celestial, demanda más que nuestra acción, un corazón correcto. Dios honra a quienes le honran.
Sin darnos cuenta fácilmente podemos caer en un servicio como el de aquel fariseo, que aunque invitó al maestro a su casa y lo llenó de atenciones, su intención no era genuina. Hoy como ayer Dios busca adoradores en espíritu y verdad.