Pastor Ruddy Gracia
Zacarías 10:1-6
Esta profecía dada por Dios al profeta Zacarías en el antiguo testamento anunciaba una crisis que vive la iglesia actual. El pueblo había prestado más atención a los adivinos y agoreros que a los profetas enviados por Dios, por eso se llenaron de vanidad perdiendo su poder y su fe, hasta hacer vano su consuelo.
Con el desarrollo de la tecnología y los medios de comunicación estamos saturados de información con un evangelio adulterado. Es un mensaje vacío porque no está alineado a la Palabra de Dios, la mayoría es puro humanismo que alimenta la vanidad del hombre, y lamentablemente este mensaje ha subido a los púlpitos confundiendo a los creyentes hasta hacer nulo el mover del Espíritu Santo en sus vidas.
Cuando el creyente deja de poner sus ojos en lo celestial y comienza a vivir tras lo terrenal, siguiendo estos falsos profetas pierde su relación con Dios, merma la unción que le guía y se convierte en religioso.
Muchos han cambiado la presencia de Dios por la vanidad del hombre, y tal como dice la profecía de Zacarías su “consuelo o consolador” es vano. La Biblia define al Espíritu Santo como “el consolador”, pues sin Él es imposible ir en la dirección correcta o hacer el trabajo que Dios nos ha encomendado, él es quien nos da el poder. “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”
Romanos 1:8
Es imprescindible el Espíritu Santo en nuestras vidas para recibir la gloria de Dios, y sentir la paz que sobrepasa todo entendimiento. Si nacimos por el espíritu entonces debemos vivir por el Espíritu. Nuestros ojos deben estar puestos en las cosas de arriba, en lo espiritual y no en lo terrenal.
Por escuchar lo erróneo aquel pueblo comenzó a vivir sin rumbo y sin consuelo como andan muchos hoy, sin paz, lejos del propósito de Dios para sus vidas por poner sus ojos en lo material. Pero Dios apareció en la escena demandando que los hombres clamaran por una “lluvia tardía” lo cual representa el derramamiento del Espíritu Santo.
“Yo daré lluvia abundante, con relámpagos. Los frutos y la hierba verde crecerá” asegura Dios a Su pueblo si este clamare. Eso es precisamente lo que necesitamos hoy, una iglesia hambrienta por la unción del Espíritu Santo para desatar el más grande avivamiento. Hay poder en el clamor de un pueblo unido y sediento de la gloria de Dios.