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1 Samuel 16:1-7

Jehová necesitaba a un rey y envía al profeta a ungir ese rey, le dice cual era la familia donde estaba el futuro rey, pero no le dice quien es hasta llegar al lugar. Porque tanto al profeta Samuel como a nosotros quería enseñarnos una importante lección, y es que Dios no mira lo que el hombre ve, el hombre juzga por lo que tiene ante su vista, pero Jehová mira el corazón. En la medida en que asumamos este principio cambiará nuestra vida y nuestra relación con los demás.

Nadie le dijo a David que el profeta Samuel venía a ungir un rey en la casa de su padre Isaí, pues de acuerdo a su familia el no calificaba para ser rey, no así para Dios. De igual forma el hombre juzga en su limitado conocimiento cuales son los requisitos para tener éxito en la vida.

Si de alguna manera has sido discriminado por el hombre, como lo fue David, y te han dicho que no serás exitoso hoy he venido a decirte que Dios no mira lo que el hombre ve, Dios mira el corazón.

El hombre evalúa los talentos y las virtudes, te califica por tus defectos, tus errores, tu entorno social y el legado familiar. Es por esa razón que muchos descalificaron a Jesús, por lo que el maestro dijo, así como me discriminaron a mi lo harán con ustedes, así los despreciarán, así los acusarán a ustedes.

La verdad es que aunque seguimos siendo vasos de barro lo que está dentro es lo que vale. Cuando la Palabra dice que Dios mira el corazón no está hablando de tu conducta, se refiere a tu esencia como Su hijo, lo que verdaderamente eres, no lo que haces o la habilidad que posees. Y esta es la gracia, este es el favor de Dios, Él te redimió, te rescató, te levantó, te va a bendecir, no por tu conducto que es lo que el hombre mira, sino por tu esencia.  Antes de lafundación del mundo ya Él te había escogido, antes de que pecaras ya Él había provisto el perdón, pues en la cruz Jesús llevó tus pecados y lo míos.

La religión descalifica el favor de Dios porque se sustenta en lo que hayamos hecho para ganar la vida eterna. Por eso los religiosos juzgan tal cual lo hicieron los fariseos con Jesús, descalificando y discriminando a cristianos dentro de la misma iglesia. La religión pone la conducta del hombre por encima de lo que Dios ha hecho. Cuando el hombre es religioso es su propio Dios y piensa que la salvación no es alcanzada por la bondad de Dios, sino por su conducta.

Cuando aprendemos a confiar en la bondad, el favor y la misericordia de Dios entendemos que la salvación no es por nuestro mérito, sino de Dios. Él es el que brilla, el que me levanta, el que me redime, el que me abre caminos, el que me transforma.

Los hermanos de David desfilaron con todos los atributos humanos para ser reyes, Dios dijo que ninguno de ellos era el ungido contrario a lo que ellos imaginaban.  Pero cuando entra David, el descalificado por los hombres es ungido por Dios.

Aquel al que criticaron tuvieron que respetar y postrarse ante él, aquel que nadie pensaba que prosperaría prosperó, el que según los hombres no podía reinar reinó, aquel que no podía llegar llegó. Y así será contigo sin importar lo que haya dicho el diablo o la gente que te rodea, Dios te levantará pues lo que el hombre descalifica Dios lo unge.

Hay cinco principios que debes tener en cuenta:

  1. Nunca derives tu valor de la gente, el valor te lo da Dios.
  2. Tú eres más de lo que has hecho.  El favor De Dios te puede llevar más allá que los grados.
  3. Cree lo que Dios dice de ti.  Por estúpido que parezca y por mucho que seas criticado.
  4. No guardes rencor.  Todo el que te descalificó se dará cuenta que estaba equivocado.  José se reconcilió con sus hermanos.
  5. Cuando veas a alguien próspero, no los descalifiques.  Calla pues puede ser Dios el que los ha levantado. 

Aprende a tener los ojos de Dios aún cuando la gente te haya maltratado.  No mires lo que el hombre mira, más lo que Dios mira. Quien te da valor es quien te creó y ese es Jehová de los ejércitos. Nadie puede condenarte por tus errores, “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida’.

Romanos 5:10